La trigésimo novena es una niña

La masculinidad que se necesita para vivir... cómo uno necesita de esa fortaleza, que vas perdiendo desde que nacemos. Cómo se necesitan unas manos fuertes que te levanten, te lleven o te traigan.
Cómo hace falta una voz gruesa que te despierte cuando estés teniendo una pesadilla, una voz fuerte que te diga qué hacer.
Cómo cuesta vivir sin una espalda que te lleve a todas partes... al parque, a las plazas a los ríos... Cómo falta a veces la masculinidad que te enseñe a vivir sin tantos dramas, sin pesares recubiertos de femineidad.
Cómo falta levantarse los domingos con música y al mediodía una asado hecho por él, para nosotras y después una salida inventada al río a pescar... a que me invada de conocimientos sobre pesca, y sobre vida...
Cómo me falta saber en qué momento se acabó lo que se daba, cuándo se fue lo que teníamos... tan puro y tan fuerte.
¿Tan fuerte? ¿Tan puro?
 Fue yéndose la vida... llenándose de años y de pasos en falso, de malas pasadas.
Fue sucesivo e invasivo. La masculinidad se fue llenando de ira, de pena, de dolor.
No fueron suficientes la fortaleza, las manos, la voz, la espalda. Fue deficiente. Fue la muerte.
Tuve que crecer sin creer. Crecí y ya no puedo llorar.
Big girls don´t cry.
No, no lloran..
Pero... ¿soy tan grande?

http://www.youtube.com/watch?v=9GkVhgIeGJQ
BOYS DONT´N CRY?